El mercado de la seda, pequeños cambios
Fui al famoso Silk Market, una especie de
“Saladita” a la que los turistas van a comprar desde celulares hasta medias. El
aspecto del año pasado era similar al de la feria de la calle 90, en La Plata.
Hoy, un año después cambió, y es como una galería de compras paqueta. Los locales
ahora son cerrados con cristal, y lo que más cambió es el trato al cliente.
Hasta el año pasado el acoso a los potenciales compradores estaba cerca de lo
insoportable, hoy: -por favor, pase por aquí, puede mirar sin compromiso- pero
el nuevo truco es dejarte entrar a su local, ya que de cada tipo de tienda hay
10 o más. Una vez que entraste, los vendedores se ponen en la puerta de acceso,
“impidiéndote la salida” discretamente. No es que te prohíban salir, pero
cuando lo intentas, te hablan muy de cerca con una calculadora en la mano para
que pongas lo que estás dispuesto a pagar por “x” mercadería. Hay un verso para
cada tipo de cliente: -para usted se lo dejo en 380Y, si lleva dos, 370 c/u!!-
Ud habla bien mandarín, o sea que no es la primera vez que viene, para usted se
lo dejo en 360Y. Lo cierto es que el
producto vale 100, u 80Y, los inexpertos, como yo, pueden caer. El regateo es
interminable, números van números vienen, desesperación del vendedor por lograr
una venta, y desesperación del comprador por salir de la tienda, si es que no
cayó en la pequeña trampa. Lo cierto que es que se pueden comprar buenos
productos a precios muy bajos si se sabe regatear, materia en la que yo soy
completamente nulo. Te hablan en tu idioma, con guiños y giros idiomáticos
aprendidos ahí mismo: -Ud es muy tacaño!- -Ud. Está loco!- Sonríen, te
preguntan por tus estudios, familia, etc. Una vez que te vendieron algo, listo,
no existís más, que pase el siguiente. Incluso la cara les cambia, ya no
sonríen, están a la expectativa del próximo comprador, y si buscas seguir la
conversación, las respuestas son secas, cortantes (salí que tengo que vender
más). Por supuesto hay excepciones, pero el modo general de vender es ese,
mucho más suave que hace unos años, dónde te tomaban del brazo para que veas su
mercadería. Incluso tenían handys con los que se comunicaban entre ellos: -Al
pelado de rojo le pedí 400Y por unas zapas verdes, por 300 las vendés, ahí va,
a tu derecha- -copio, ok!_ Hoy todo es más discreto y suave, nuevos versos,
nueva fachada, pero con paciencia y cara de perro se pueden comprar excelentes
productos a muy buen precio. Ir de compras conmigo decididamente no es negocio.